dilluns, 8 de febrer del 2016

Pedro achica espacios. Mariano repliega.



Hace mucho tiempo que aprendí que, entre todas las cosas que nos exaltan, el futbol ocupa el lugar más destacado. Como le decía Pablo Sandoval (Francella) a Benjamín Espósito (Darín) en la genial película argentina El Secreto de sus ojos, en mitad de la búsqueda de un brutal asesino, “el tipo puede cambiar de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios… pero no puede cambiar de pasión”. Y, claro, el futbol es nuestra gran pasión. El futbol es la vida. No extrañe a nadie, pues,  que, a falta de otros referentes de mayor enjundia, me valga del metalenguaje futbolístico para intentar analizar las últimas novedades de la convulsa política española. 

Las elecciones del pasado 20 de diciembre nos dejaron un terreno de juego embarrado, lleno de charcos y trampas diversas. Unos jugadores resabiados por la dureza de tantas afrentas, ultrajes y alguna infamia que se lanzaron a la cabeza en plena campaña. Aun resuena aquel "si usted sigue siendo presidente, el coste para nuestra democracia es enorme. Porque el presidente tiene que ser una persona decente y usted no lo es", que le soltó Sánchez a Rajoy en pleno fragor del debate a dos. Y, aquel "yo le dije a Rajoy lo que todos los ciudadanos piensan", que, sin propósito de enmienda, apuntilló el candidato socialista un día más tarde frente a los micrófonos de Radio Nacional. Menos llamativos, pero igualmente hirientes, reproches, agravios y ofensas colmaron el enfrentamiento preelectoral y han proseguido desde entonces  ofreciendo una imagen tétrica, pendenciera e indecorosa de los políticos españoles y, por elevación, del sistema del que se consideran representantes y garantes. Ante tantas cuentas pendientes, no ha de extrañar a nadie que construir una mayoría estable de gobierno sea una tarea que bordea lo utópico. Y es que si antes sabíamos que no hay partido fácil, ni enemigo pequeño (peritas en dulce, en expresión de Luis Aragonés), éste encuentro de ahora se antoja trabado, condenado al empate a nada.

Pedro Sánchez, por lo menos en apariencia, ha entendido mejor el escenario. Tras hacer recuento, ha llegado a la conclusión de que, sin tener superioridad de efectivos, la falta de aliados de su rival hace imposible que se despliegue en ataque. Un conjunto de cordones sanitarios han imposibilitado al Partido Popular lanzarse a buscar la investidura de Mariano Rajoy:

Partidos que han afirmado que, de ningún modo, apoyarían la investidura de Rajoy: PSOE, Podemos, ERC, DiL, Bildu, CC. 181 diputados.

Partidos que han afirmado que, de ningún modo, apoyarán la investidura de Sánchez: PP, ERC, DiL, Bildu: 142 diputados.

Parece claro que la posición de Rajoy, en ataque, es más débil que la de Sánchez pues concita bastante más rechazo. Es lógico, pues, que haya preferido replegar líneas para contener los embates del rival, replegarse a verlas venir. La critica tribunera de alguno de los líderes populares, decepcionados por la táctica ultradefensiva de Rajoy, debería tener en cuenta su inferioridad de efectivos y la posibilidad, remota aunque cierta, de que el equipo socialista se estrelle contra el muro defensivo popular y pierda fuelle. Conviene no olvidar que la opción de Sánchez de achique de espacios reclama una presión muy alta que impida el juego rival, un enorme desgaste físico que puede pasar factura en caso de que la contienda se prolongue y sea necesaria una prórroga. Y, hoy por hoy, parece que hacia ella nos encaminamos.

Mientras tanto, la grada asiste con gesto de aburrimiento al desarrollo del partido. Repliegue y achique son géneros básicamente defensivos, en absoluto proclives a la filigrana y a la fantasía. El único jugador con capacidad de desborde y desequilibrio es Pablo Iglesias. Una sociedad de éste con Sánchez rompería las proporciones y las trincheras. Pero la aparición de una encuesta que aconsejaría paciencia a Podemos, ante el previsible desmoronamiento electoral del PSOE en caso de nuevas elecciones, juega contra la complicidad entre socialistas y podemitas. Además, también existe la impermeabilidad cierta de las confluencias a cualquier entendimiento con Ciudadanos. Por cierto, Albert Rivera, calentando arriba y abajo por la banda, espera el momento de hacer una entrada triunfal en el terreno de juego. Es el jugador que ha vetado a menos rivales (únicamente a los independentistas) y se anuncia que una segunda vuelta lo perjudicaría (opinión algo aventurada puesto que tan importante será, en caso de nuevas elecciones, el propio resultado como la configuración global del nuevo parlamento donde Ciudadanos, esta vez sí, podría ser decisivo, aun con menos diputados).

Veremos que ocurre en las próximas semanas: la paella valenciana puede indigestársele aun más a Rajoy y provocar una gastroenteritis general que lo deje exhausto y sin efectivos; Sánchez se puede quedar sin aliento ante el muro popular y el desinterés podemita. En cualquiera de los dos casos, y en otros muchos que se nos podrían ocurrir, la grada, harta de tanto cerrojo y tan poco ensueño, puede pedir la cabeza de los tácticos. Estaríamos entonces ante una modificación radical de las condiciones de juego. Algunos populares invocan esta defenestración acelerada con la esperanza de que se cumpla la máxima futbolera que dice que con entrenador nuevo, victoria segura. Pero para ello, Sánchez, bajo el auspicio de la Europa bienpensante, debería cambiarse la camiseta o mostrar un enorme desinterés: lo que se dice gol en propia, en el lenguaje futbolero actual.

Nota: El Secreto de sus ojos. Película argentina de 2009. Dirigida por Juan Jose Campanella e interpretada, entre otros, por Soledad Villamil, Ricardo Darín y Guillermo Francella. Con todo merecimiento, obtuvo el Òscal a la mejor película extranjera.