dijous, 23 de juny del 2016

Viejos mensajes, nuevos medios



Imagen relacionadaLas revelaciones en torno a la concepción estalinista del estado de derecho que mantiene el ministro del interior en funciones, ha destapado algo que ya se venía apuntando en las últimas semanas: los nuevos medios de comunicación digitales se han erigido en la “vanguardia” informativa que socaba los viejos equilibrios favorables a las grandes corporaciones y sus medios convencionales.

Mientras las portadas de las ediciones digitales de los grandes periódicos se mostraban reacias a hacerse eco del ciclón que ha puesto patas arriba los últimos días de la campaña electoral, los nuevos medios se lanzaban al escrutinio crítico a toda pantalla. Las pulgadas de los instrumentos utilizados no han representado ningún obstáculo: 140 caracteres no dan para un artículo, pero pueden componer un titular demoledor.

Los púlpitos digitales han acogido a opinadores dispuestos a acumular prestigio por medio de análisis inoxidables, casi siempre fundamentados en cimientos académicos sólidos. La universidad ha reconquistado un espacio que había perdido hace muchas décadas. El fuste intelectual de estos francotiradores ha dinamitado el estatus quo de un entramado comunicativo monopolizado por las grandes corporaciones. Y de unos profesionales percibidos como elementos sistémicos de un régimen político que se está deshaciendo a marchas forzadas.

Asimismo, y en paralelo, la importancia cada vez mayor que se otorga a un uso eficiente de los nuevos instrumentos comunicativos —youtube, twitter, facebook o XXX— ha provocado una alteración del lenguaje electoral formal y de los códigos utilizados en la composición de los mensajes. En este sentido, cabe destacar la labor del equipo de comunicación de las confluencias podemitas —y la amplificación de sus producciones a través de un tupido entramado de simpatizantes que han desplegado una gran actividad en las redes—. En el apartado de los logros más significados, debo hacer una mención especial al grupo articulado alrededor del candidato Alberto Garzón, que se ha bautizado con el sugerente nombre de La Cueva.

El Partido Popular se ha mantenido en la línea anodina de siempre, aumentando, eso sí, su comparecencia en los instrumentos de comunicación emergentes. Lo mismo podríamos decir del PSOE, transitando también entre la irrelevancia y el aburrimiento.

Ciudadanos ha mostrado un carácter algo más innovador. Con un clímax indiscutible en la difusión del famoso vídeo del bar o, si se prefiere, del cuñadismo. El equipo de comunicación de Rivera anduvo más que listo programando su difusión en el momento en que más impactos generaría. De hecho, su indiscutible liderazgo de visualizaciones en youtube (quintuplicando al segundo) deja bien claro que se apuntaron un tanto cuyo impacto electoral habrá de estudiarse en el futuro.  

En Catalunya hemos asistido al renacer de la política comunicativa de Convergència, muy castigada por algunos errores que habían lastrado anteriores campañas. Merecen destacarse alguna de sus producciones, ciertamente atrevidas en el tratamiento de la imagen —a pesar del envaramiento característico de sus líderes, comprensible, por otra parte, en un partido conservador que quiere transmitir imagen de sensatez y orden—. El caso de Esquerra Republicana ha sido ciertamente decepcionante: no ha aprovechado el vacío dejado por la incomparecencia de la CUP, de largo la candidatura que hizo mejor campaña en los comicios al Parlament de Catalunya.

Una referencia final al medio que más conozco y que ha sido el gran olvidado por los equipos de comunicación en estos comicios: la radio. He de confesar que durante las últimas dos campañas he sentido vergüenza ajena ante el tratamiento Movierecord que todos los partidos han dado a sus cuñas propagandísticas. Únicamente el Partido Popular, gracias al uso del ¡silencio! en una de ellas, ha introducido un elemento novedoso. Del resto de las propuestas casi mejor ni hablar: el PSC (en las emisoras catalanas) ha regresado a la base sonora country que tan buenos resultados les dio en el pasado; Ciudadanos y su “imposible era sólo una opinión”, con aplausos enlatados de fondo, francamente daba pena; Convergencia, con fórmula coral e introducción de Micky Moto, no aportaba ninguna novedad destacable; Esquerra Republicana, la única alternativa posible, me llevaba a recordar el celebérrimo verso de Martí Pol: “tot està per fer”. Y acabo con un patinazo comunicativo suicida que puede marcar el final de la campaña: se trata de las horrorosa cuñas radiofónicas que estos últimos días ha lanzado En Comú Podem: en una de ellas Domènech nos llama a una ilusionante revolución de las sonrisas con la entonación que pondría cualquiera a quién le hubieran comunicado que padecía una enfermedad irreversible; en otra, Domènech nos anima a darlo todo en el empeño de conseguir algo grande, con voz de minero extenuado tras una jornada de veinticuatro horas. Bravo por el equipo de comunicación de En Comú Podem!   
  
Permitidme que acabe denunciado la conjura de los ciudadanos de Olesa de Montserrat, el pueblo en el que vivo. Sí, amigos, los olesanos se han confabulado para ignorar cualquier novedad que, en materia informativa, se produzca durante los últimos días de campaña. Dicen que prefieren celebrar como se merece la Festa Major. ¡Qué insensatez! O quizás no. Qué grande es mi pueblo que hace coincidir la eclosión del verano con la fiesta que nos permite disfrutar en las calles de nuestra mutua compañía. Y esta noche quemaremos los malos rollos, los desatinos, los pesares, los abatimientos y las angustias. A los olesanos no nos sirven ninguna de las cuñas de los partidos políticos, ni tenemos una concepción estalinista del estado de derecho, como el ministro del interior en funciones. La KGB no fiscaliza nuestros bailes, ni la CIA tampoco. Por ello, sé que si estáis en Olesa no os perderéis la fiesta, pero si no estáis aquí, venid.