El antiguo ministro del interior, José Luis
Corcuera, confeso lector de Ortega (y Gasset), se ha convertido en experto conocedor
de la existencia concurrente del ser y de su circunstancia. Recorre los platós
televisivos reivindicando el papel clave biósfera partidista frente al egoísta individualismo
del líder, cegado por dudosos relumbrones de fuegos fatuos. El consejo de
ancianos socialistas, del que Corcuera es mediático portavoz, ha decidido trastocar
el orden de la trinidad politológica universal: en la cúspide ya no se encuentran
ni el candidato ni el partido, ahora todo pende del entorno, de la
circunstancia.
Ni siquiera cuando el Partido Popular se hunde en
la ciénaga de la corrupción valenciana, ni siquiera cuando el presidente en
funciones cambia su pertinaz silencio por penosos balbuceos, parece dispuesto el
socialismo venerable a acometer las responsabilidades derivadas del gobierno
del estado. Alguno incluso dice que lo mejor sería guarecerse en un rincón
oscuro, “con la que está cayendo”. En semejante tesitura, deberíamos preguntar:
¿a juicio de la vieja guardia, con qué objetivo se presento el PSOE a las
elecciones del 20 de diciembre? ¿Para procurar gobernar o para qué exactamente?
Pedro Sánchez se encuentra en un trance bien desgraciado cuando muchos otros intentan
evitar su catastrófica salvación. Corcuera que ha leído a
Ortega (y Gasset) le va susurrando al oído estas palabras del ilustre pensador:
“El que no pueda lo que quiera, que quiera lo que pueda”.